Por fin llegó el día.

Después de unos meses de haber pedido cita en el Restaurante de moda de mi ciudad, llegó mi día.  Me tocó esperar dos meses, dos meses en la lista de espera para poder cenar, para poder invitar a mi chica por nuestro aniversario.

Llevaba la cartera preparada, un par de meses privándome de otros caprichos, no en vano era uno de los sitios mas "Chic" y con más fama de la ciudad, el sitio al cuál toda la gente deseaba ir, el sitio por el que la gente esperaba meses, incluso años para poder degustar sus famosos platos. Gracias a un contacto, no me tocó esperar tanto tiempo. Mi contacto incluso me prometió la mejor atención del Chef. Era todo un "lujo" poder ir a este restaurante de lujo.

Pues llegó el día y allí estaba yo, nervioso y preparado porque le había prometido a mi chica una velada que nunca olvidaría. Joder, que la llevaba al sitio más selecto y exclusivo de la ciudad. Al sitio al que desde hace años, todo el mundo quería ir. Sí y yo tenía mi reserva. 

El sitio era precioso, un salón decorado en tonos calientes y muy acogedores, pocas mesas pero selectas y un coqueto bar para esperar tu mesa y tomar un aperitivo antes. Aperitivo del que no pude disfrutar, como es normal, por cosas de mujeres llegamos con la hora pegada. Nos recibió el Jefe de Sala, perfectamente vestido, con su smoking negro y pajarita y nos acomodó en nuestra mesa. Rápidamente vino un camarero y nos sirvió agua y un aperitivo de éstos de cocina moderna mientras otro nos ofrecía la carta. El aperitivo mucha parafernalia, pero poca consistencia y sabor. Pero bueno era el aperitivo.

La carta era magnífica, colmada de unos platos que parecían impresionantes, a mi lado pasaban los camareros prestos sirviendo a otras mesas ¡Qué pinta tenía todo!, la espera prometía haber merecido la pena, y esos caprichitos de los que me había privado habían pasado al olvido. La verdad es que con tanta exquisitez no sabíamos que pedir.

Entonces ante la duda, pedimos al Chef que nos recomiende. Y efectivamente el Chef con una atención exquisita nos hizo una serie de sugerencias. De entrantes unas Angulas a la Bilbaína (que además te las hacían en la mesa) y ensalada de Bogavante aderezada al vinagre de Jerez y unos Huevos de Codorniz, con salmón ahumado y Caviar Beluga. De plato principal, unos Medallones de Solomillo con Salsa de frutos rojos, la carne poco hecha por supuesto. Para beber, ante la cantidad de vinos de la carta y los precios de los mismos, nos decidimos por el vino de la Casa, que por 180€ intuimos que no estará mal.

Uno de los camareros nos acerca dos copas de vino, qué bonitas, de cristal de Bohemia y el otro con todo el boato del mundo nos acerca la botella en su bandeja un cubierta por un trapo de seda roja, me la enseña y me sirve. "Pruébelo" me dice. Con todos los nervios del mundo, me dispongo a probar el vino. Ya que no soy un gran entendido (digamos que no tengo ni idea sinceramente) hago el ritual previo. Muevo mi copa para que se airee, meto la nariz dentro y a continuación le doy un pequeño sorbo. Vamos, para hacerme el interesante. Pruebo el vino y… Puajjj, este sabor me resulta familiar, me pareció el típico trago que dabas al brick de Don Simón con los colegas antes de preparar el calimocho. "Esto parece Don Simón" le digo al camero… "Excelente paladar, señor. Efectivamente es un don Simón cosecha 2013" me responde. A lo que le contesto "Joder… que son 180€ por un Don Simón…" y me replica "Es que por 180€ no sé qué esperaba señor…". La primera en la frente, pero como las mesas de alrededor disfrutaban del vino y de la cena, me callé. Igual estaba equivocado yo.

Pues nada, allí venía el cocinero, con una cazuela de barro, aceite, guindillas y unos ajitos laminados. ¡Las angulas!, ¡y además nos las cocinaban allí mismo!. El cocinero empieza el ritual, calienta el aceite… los ajitos empiezan a bailar y a dorarse con las guindillas… y ante mi sorpresa el cocinero saca una bandeja de la Gula del Norte y me las prepara allí mismo. "Oiga, eso no son angulas, son gulas". "¿Y?.." me responde extrañado "Las angulas son muy caras y cuesta mucho pescarlas. Angulas las poníamos hace 30 años o más cuando no eran tan caras señor".

Jooooder, os podéis imaginar como fue el resto de la cena, el bogavante realmente eran langostinos congelados (sí congelados porque casi me rompo una muela con uno), el caviar Beluga.. pues eso el sucedáneo de Mercadona y la carne… ¡Ay la carne! he comido suelas de zapato de mayor calidad. Como podéis imaginar, el postre me lo ahorré.

Pero lo mejor fue la cuenta, 385,50€. "¿385,50€?" le dije al camarero. "¿385,50€?, ¿por una paquete de la gula del norte, langostinos congelados, sucedáneo de caviar, una suela de zapato y un brick de Don Simón?". El camarero y el resto de comensales me miraban extrañados, incluso alguno me miró con mala cara. El camarero me dijo "Señor, es lo que hay. Sinceramente no sé que esperaba". Un comensal de otra mesa me dijo: "No sé lo que esperabas chaval, este Restaurante está de lujo, deja de protestar ya de una vez". Y por último uno de los que estaba en la fila para entrar al local me espetó. "Para montar este pollo, te podías haber quedado fuera y dejarme tu turno".

Seré el raro, pero a mi la situación no me pareció normal. Pero al ver al resto de la gente contenta y pagando tan ricamente gulas, langostinos congelados y sucedáneo de caviar a precio de oro, pensé: "Igual soy un raro, igual no ha estado tan mal. Esperaba un mínimo de calidad. Al menos me dirán que podré contar que estuve ahí. En el sitio más selecto y exclusivo de la ciudad.

Y me fuí tan ¿contento?

Por Pierce