martes, 17 de septiembre de 2013

Sobre el puente

El despertador suena a las 7:15 de la mañana. Lo suele poner alejado de la cama en la que a veces logra descansar para no desenchufarlo sin que cumpla su función; se levanta y lo apaga con los ojos cerrados aún. Se calza las pantuflas y va hacia la cocina, toma un vaso de agua, recoge el plato de la cena de anoche y pone la tostadora a calentar. Entra en el baño, saca una toalla limpia del armario que coloca en la mampara de la ducha y mea. Empieza a pensar en la jornada que tiene por delante. Tira de la cadena y se mete en la ducha, mientras comienza a calentar el agua empieza a la vez a rezar a su manera porque el día que tiene por delante pase de manera suave, lleva una semana sin sentir ese tacto. 

Decide no vestirse hoy por los pies, por variar, sencillamente. Saca rápido del armario un polo gris y un vaquero negro, luego podrá calzarse de manera totalmente improvisada sin desentonar. Regresa a la cocina, mete dos rebanadas de pan, y mientras calientan mete en el microondas media taza de café que preparó hace dos días. Las tostadas aún no han salido, así que coge sus Bruin SB en color mostaza y las calza sin ajustar los cordones para ahorrar tiempo, con el lazo ya hecho de la última vez. Justo salen las tostadas, las unta de mantequilla y mermelada de fresa. Antes de probarlas, da un pequeño sorbo al café. No recordaba que supiera tan amargo, sonríe pensando que hay mejores maneras de empezar a saborear el día, pero no le desagrada realmente. En cuanto termina el desayuno, corre al baño a cepillarse los dientes. Sale aprisa de casa, de camino recoge las Lyte Speed del pasillo y las coloca en su dormitorio para que nadie tropiece. Pilla la cartera, el móvil, las llaves y los auriculares.

Baja las escaleras del bloque mientras suena Mimosa de Herbie Hancock, saluda con indiferencia a su vecino en la avenida del barrio mientras éste va a la parada del autobús, y sigue camino al Metro. Anda a paso ligero, pero relajado. No le gusta romper el ritmo de las canciones con sus acciones, y aunque va ajustado de tiempo, está disfrutando tanto de esos minutos de notas en perfecta armonía que no le apetece cambiar a una melodía más rápida para cambiar su paso. Sus preferencias hoy son otras. Para cuando pasa por el torno de seguridad de la estación la canción cambia y empieza a sonar el Tender Surrender de Steve Vai. Ahora sí cambia la lista de reproducción, comienza con el St. Anger de Metallica, toca seguir el compás que sugiere el paisaje del subsuelo. 

El paseo en Metro resulta aburrido, aunque siempre cambian los rostros, no lo hacen tanto las caras. Observa a una pareja de ingleses felices, recién aterrizados en la ciudad donde miseria y lujo pasean en aceras paralelas a todas horas. Quitando esto, sigue mirando sin fijarse en nadie, hasta que llega a Atocha. Baja por el Paseo de las Delicias hacia la Calle Ferrocarril. Aún le faltan seis minutos para entrar al trabajo, lo sabe porque se ha parado a mirar el reloj, frenado por el tropiezo que sufre al haberse pisado el cordón derecho. Se agacha para atarlo, cuando pasa un chico con unas Shadow 5000 en tonos grises y granates. 

Es entonces cuando recuerda el sueño que le hizo levantarse de buen humor. Es entonces cuando se piensa a sí mismo de nuevo en el pueblo de su abuela. Sentado, mirando el verde valle mientras no escucha nada, con esas mismas zapatillas colgando al vacío que hay bajo ese puente. Sus ojos puestos en el horizonte y sus pies en ninguna parte, sintiendo la tranquilidad que últimamente no le da ese mismo estado mental. 

Algún día las cazará. Algún día regresará, aunque sea por unas horas.
 

Por Antonio 235

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